LA
FUNCIONALIDAD DEL CORREDOR VERDE DEL GUADIAMAR COMO EJEMPLO DE
UN CORREDOR ECOLÓGICO FLUVIAL.
José
Mª Arenas Cabello
Coordinador de la Oficina Técnica del Corredor Verde del
Guadiamar. Avda. de la Innovación s/n Edif. Minister 3ª Planta.
410020 Sevilla.
Introducción
En los últimos años, las políticas de Conservación
de la Naturaleza se basan cada vez más en la constitución
de redes de espacios protegidos, donde juegan un papel importante
los corredores ecológicos como elementos de conexión,
fundamentales para disminuir los efectos de la progresiva fragmentación
del paisaje y las áreas naturales. Estas redes fueron concebidas
ya a nivel europeo en la década de los 70, pero sólo
en un plano teórico, aunque no será hasta finales
de los 90 cuando comiencen a desarrollarse (Fernández 1999).
De entre los diversos tipos de corredores destacan por su importancia
los corredores fluviales asociados a los ejes fluviales y sus
llanuras de inundación. De ahí, que una de las principales
estrategias de conservación se apoye en la restauración
de los sistemas fluviales como corredores ecológicos (Naiman
et Al, 1993; Naiman & Roger, 1997; Montes, 1999).
En este contexto de actualidad y creciente protagonismo de los
corredores ecológicos como estrategia de conservación,
el vertido minero de Aznalcóllar, ocurrido en abril de
1998, propició la puesta en marcha de un proyecto pionero
de creación de un corredor ecológico fluvial en
el marco de la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía
(RENPA) que pudiera servir de referencia para otras cuencas de
la región y convertir dicha red en un verdadero sistema
funcional de áreas naturales interconectadas (Montes 1999).
Es cierto que la respuesta de la Administración autonómica
se podría haber limitado a retirar la contaminación
e intentar devolver la zona a la situación previa existente
antes del vertido. Pero conforme iban finalizando los trabajos
de retirada de los lodos y a partir de los informes de los grupos
de trabajo sobre Regeneración de los Terrenos Afectados
y Seguimiento Ambiental recomendando la retirada del cultivo de
los terrenos contaminados, dado que no existían garantías
suficientes tanto para la salud de los ecosistemas como para la
salud humana, se recomendó como solución más
prudente la adquisición pública de los terrenos
afectados para constituir un corredor verde libre de actividades
agrícolas y ganaderas (Consejería de Medio Ambiente,
1999). Esta decisión supondrá una magnífica
oportunidad para adoptar un proyecto de restauración a
más largo plazo, que consiste en el Proyecto del Corredor
Verde del Guadiamar. Se toma en consideración de esta forma
una vieja aspiración demandada desde hacía tiempo
por el movimiento ecologista de convertir la cuenca del Guadiamar
en un corredor ecológico para romper el grave problema
del aislamiento de Doñana. Este aislamiento no sólo
se ha producido en sentido norte sur, sino también en sentido
este-oeste entre los fragmentos situados al norte de Doñana
(Serrano & Molina, 1998). Esta fragmentación, junto
con la creación de nuevas barreras artificiales están
comprometiendo la viabilidad de las rutas de dispersión
de algunas de las especies más emblemáticas de este
espacio protegido (Delibes, 1999).
En las siguientes líneas se recogen, básicamente,
los criterios que se han seguido para el diseño y la funcionalidad
del corredor y se expone cómo se están desarrollando
los procesos de recolonización de las comunidades faunísticas,
a partir de los resultados aportados por los diferentes grupos
de investigación relacionados con este proyecto.
Un
proyecto de restauración basado en la investigación.
El desarrollo del Proyecto del Corredor Verde se apoya en un
Plan de Acción o documento marco, que recoge las directrices
y líneas de actuación que debe emprender la Administración
para lograr los objetivos del proyecto. La elaboración
de este documento es el resultado de un amplio proceso de discusión
científica y técnica para establecer y definir las
medidas más adecuadas tanto para la restauración
ecológica de la zona afectada por el vertido como para
la constitución del corredor ecológico a través
de la cuenca del Guadiamar. Este proceso se inicia con la constitución,
en noviembre de 1.998, de la Comisión científico-técnica
asesora para el desarrollo del Corredor Verde, se trata de un
comité mixto constituido por científicos, técnicos
de la administración y representantes de asociaciones ecologistas,
que empezarán a trabajar desde ese momento en la elaboración
de las bases o Fundamentos de la Estrategia.
Una fecha clave en la elaboración de este Plan de Acción
y la maduración del Proyecto del Corredor Verde será
la organización del Seminario Internacional sobre Corredores
Ecologicos, celebrado en Sevilla en junio de 1999, en el que intervinieron
más de 300 expertos internacionales y tuvo lugar la presentación
del documento que fue respaldado y enriquecido con las sugerencias
aportadas por los ponentes (Consejería de Medio Ambiente,
1999).
Entre las actuaciones aprobadas por el Consejo de Gobierno para
contrarrestar los efectos del vertido minero se contempla la puesta
en marcha de un programa de investigación para afrontar
la compleja situación provocada por el vertido y dar respuesta
a las necesidades de conocimiento en el plano ecológico,
territorial y socioeconómico para el desarrollo del proyecto
del Corredor Verde. Fue así como se configuró un
programa de investigación multidisciplinar muy ambicioso,
el Programa de Investigación del Corredor Verde (PICOVER),
que representa una de las principales señas de identidad
de este proyecto y ha convertido a la cuenca del Guadiamar en
uno de los espacios más investigados de nuestro país
(Consejería de Medio Ambiente, 2000).
La investigación científica en el marco del PICOVER
se ajusta a las necesidades de conocimiento de las diferentes
líneas de actuación del proyecto. Para conocer mejor
la conectividad de la cuenca, entendida como capacidad de dispersión
de los organismos (Taylor, 1993), y el proceso de fragmentación
del paisaje que ha conducido al aislamiento de los ecosistemas
forestales del norte de Doñana respecto a los de Sierra
Morena, dentro del PICOVER se ha llevado a cabo un estudio sobre
la evolución reciente del paisaje asociada a los cambios
en los usos del suelo de la cuenca del Guadiamar desde el vuelo
americano del 56 hasta la situación actual (Jiménez,
2002).
Del análisis comparativo entre los mapas de usos del suelo
de la cuenca del Guadiamar correspondientes a la década
de los 50 y finales de los 90, se desprenden cambios muy importantes
en la estructura del paisaje que determinan una progresiva pérdida
de conectividad. Por una parte, en la imagen correspondiente al
56 (Figura 1) se observa claramente cómo ya estaba establecido
el amplio espacio abierto, constituido por los cultivos herbáceos
en secano, del Campo de Tejada y su prolongación por la
campiña de Gerena. Esta ruptura entre Sierra Morena y los
ecosistemas forestales situados al norte de las marismas de Doñana
se ampliará aun más en las últimas décadas
debido a un proceso de homogeneización del espacio agrícola
de la campiña con un dominio absoluto de los cultivos herbáceos
en detrimento de otros cultivos. Este hecho viene asociado fundamentalmente
a una progresiva reducción de la superficie del olivar.
Aunque este cultivo se intensifica en las zonas más favorables
del Aljarafe, con la sustitución de los viejos olivares
por variedades de verdeo y el establecimiento de nuevos marcos
de plantación más geométricos, implantación
de regadío, etc. también se produce una sustitución
de olivares en suelos de campiña por cultivos herbáceos
anuales, lo que repercute en una disminución de la superficie
arbolada. Al mismo tiempo, la presencia de algunos elementos lineales
de vegetación natural que existían en el 56 y permitían
ciertas funciones de conectividad (pequeñas formaciones
de ribera ligadas a algunos cauces afluentes del Guadiamar como
el Ardachón y pequeñas manchas de matorral diseminadas
entre la campiña) desaparecen por completo transformando
esta matriz agrícola cerealista en un espacio cada vez
más homogéneo y pobre desde el punto de vista paisajístico.
Llama la atención que en el 56 existía un nexo
de unión entre las formaciones de bosque mediterráneo
de Sierra Morena y los espacios forestales del norte de Doñana
a través de una serie de manchas de dehesas (matorral y
pastizal arbolado de quercíneas) que se extendían
casi sin interrupción sobre la margen derecha del río
Guadiamar, y al norte de la unión con el río Agrio.
Cabe interpretar que esta franja de conexión constituida
no tanto por el bosque de ribera, con un desarrollo variable según
los tramos, sino por estas formaciones de bosque mediterráneo
adehesado, debía funcionar como un corredor ecológico
en sentido norte sur entre ambos biocentros.
En la cartografía de usos del suelo de los 90 (Figura
2) se observa ya una gran fragmentación de las áreas
adehesadas cercanas al Guadiamar, quedando reducidas a dos únicas
manchas desconectadas. Por si fuera poco, la función de
conectividad entre estos fragmentos queda muy mermada al interponerse
nuevos usos del suelo que actúan de verdaderas barreras,
como son las dos urbanizaciones de residencias secundarias (Ranchos
del Guadiamar y Encinares de Sanlúcar) y todo el espacio
minero al sur de Aznalcóllar que por sus dimensiones y
actividades asociadas (vallado del recinto minero, infraestructuras,
excavaciones, inmensas escombreras y tráfico de maquinaria
pesada) termina de interrrumpir la conexión con las primeras
formaciones boscosas de Sierra Morena (Dehesas del Perro y de
Carcahuesos).
La constitución de un corredor fluvial a través
del Guadiamar, como se puede observar en la Figura 3, viene a
restablecer en la cuenca esta función de conectividad perdida
mediante la restauración de un tramo de más de 40
kms y una superficie cercana a las 5000 has, que se corresponde
en gran parte con la superficie que resultó afectada por
el vertido, aunque ligeramente superior, ya que a la misma se
han incorporado otras fincas colindantes que fueron ofrecidas
por los propietarios afectados, alcanzando una anchura que oscila
entre los 700-1200 m. según los tramos (Consejería
de Medio Ambiente, 2001).
Pero para lograr que este corredor sea verdaderamente efectivo,
hay que superar la extensa barrera representada actualmente por
la matriz agrícola intensiva que ocupa el sector central
de la cuenca. Dada la extensión de este tramo, se considera
muy difícil garantizar una conectividad exclusivamente
a través de este eje lineal. Por ello, el corredor se plantea
como una trama de relaciones no sólo en sentido vertical
sino también en sentido horizontal, donde además
del eje principal constituido por el corredor fluvial del Guadiamar
deben potenciarse las conexiones a través de otros corredores
secundarios, mediante la recuperación de pequeños
sotos de ribera, setos vegetales, vías pecuarias y otros
elementos lineales de vegetación natural (De Lucio, 2002).
Los
procesos de recolonización en el Corredor Verde del Guadiamar.
Además de la importancia de los criterios de funcionalidad
y conectividad del territorio en el diseño del Corredor
del Guadiamar, un aspecto de suma importancia es el relacionado
con los procesos de recolonización del espacio. No hay
que olvidar que este proyecto surge como respuesta del Gobierno
andaluz para afrontar la catástrofe ecológica del
vertido minero de Aznalcóllar. Desde esta perspectiva,
este proyecto de restauración no arranca ni siquiera desde
lo que podría entenderse como un estado de degradación
muy avanzado de los ecosistemas, sino a partir de una situación
de degradación extrema o de colapso de las funciones ecológicas
de un tramo fluvial de 62 kms, que representa nada menos que la
totalidad del curso medio y bajo de la cuenca.
Aparte del efecto inmediato de la inundación por lodos
y aguas ácidas, que supuso la destrucción de los
hábitats, hay que añadir los efectos de perturbación
ligados a los trabajos de retirada de lodos y de eliminación
de cultivos, de enmiendas y gradeos de los suelos. Todas estas
labores implicaron el empleo de un amplio dispositivo de medios
mecánicos duraron el primer año. Todas estas circunstancias
otorgan al Corredor Verde del Guadiamar un interés científico
especial como laboratorio natural para el estudio de los procesos
de recolonización del medio en espacios que han sido sometidos
a cambios extremos en las condiciones ambientales y de usos del
suelo. Más aún cuando el proyecto del Corredor Verde
concibe que la restauración de las comunidades faunísticas
debe lograrse a través de los procesos de recolonización
natural, coadyuvando únicamente con la mejora de las condiciones
del hábitat y la eliminación de barreras y factores
de perturbación que dificultan dichos procesos. Se considera
que a medida que el medio vaya recuperando las condiciones adecuadas
hará posible el asentamiento progresivo de las diferentes
comunidades faunísticas (Arenas et Al, 2002).
Para facilitar este seguimiento de los procesos de recolonización
de forma coordinada entre los diferentes grupos de investigación,
se establecieron varias zonas de referencia comunes denominadas
Parcelas de Seguimiento, que se distribuyen a lo largo de la zona
afectada. Estas parcelas fueron delimitadas y excluidas de intervención
para evitar en la medida de lo posible las posibles perturbaciones
asociadas a los trabajos de repoblación en los métodos
de muestreo.
Además de estas parcelas, en función de las necesidades
específicas de cada grupo, se han tomado como áreas
de referencia las posibles áreas fuente situadas tanto
en los extremos del corredor (Sierra Morena, al norte) y espacios
forestales de Aznalcázar, Puebla, Villamanrique e Hinojos
(Parque Natural de Doñana) como en zonas laterales que
no resultaron afectadas por el vertido.
Actualmente, pese al poco tiempo transcurrido, se manifiestan
ya importantes signos de recuperación, aunque con grandes
variaciones entre los diferentes grupos faunísticos, dependiendo
del nivel de requerimientos ecológicos y de su capacidad
de dispersión. En lo que respecta al medio acuático,
cabe mencionar la importante recolonización que ha experimentado
la fauna piscícola del río y los anfibios, especialmente
durante el último año, así como la presencia
de poblaciones estables de cangrejo americano en distintos puntos
del Guadiamar, especialmente en el sector de Entremuros. La recuperación
de estos grupos, que cumplen una función importante como
base de las cadenas tróficas, está siendo un factor
clave para el mantenimiento de mamíferos como la nutria,
que vuelve a estar presente en todo el tramo que resultó
afectado por el vertido, y la expansión hacia el norte
de las comunidades de aves propias de zonas húmedas, entre
las que destacan varias especies de ardeidas bastante abundantes:
garceta común (Egretta garcetta) y garza imperial (Ardea
cinerea), y de rálidos: focha común (Fulica atra),
gallineta común (Gallinula chloropus) e incluso el calamón
(Porphyrio porphyrio), cuya distribución está alcanzado
sectores bastante septentrionales del río.
En cuanto al grupo de los reptiles, de nuevo, se observa una
diferencia en el ritmo de recolonización mucho más
rápida en las especies ligadas al medio acuático
como el galápago leproso (Mauremys leprosa) y la culebra
viperina (Natrix maura), con importantes poblaciones a lo largo
de todo el río. No ocurre lo mismo con los reptiles terrestres,
que constituye uno de los grupos cuya recuperación está
siendo mucho más lenta. Ello se explica, entre otras causas,
por su menor capacidad de dispersión y por el efecto negativo
y perturbador que han tenido las intensas labores de retirada
de lodos y las labores realizadas posteriormente de desbroces
y enmiendas de suelos, junto con la escasa presencia de refugios
naturales, lo que ha convertido esta zona en un hábitat
poco propicio para el asentamiento de los reptiles. Entre los
primeros colonizadores de este grupo cabe mencionar el lagarto
ocelado (Lacerta lepida), la lagartija colilarga (Psammodromus
algirus) y la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus).
En general, los muestreos realizados en relación con los
reptiles denotan una disminución desde los sectores de
borde hacia el río (exceptuando las zonas bien conservadas
de ribera) y una mayor presencia en las zonas limítrofes
del corredor con ecosistemas de matorral o de bosque de quercíneas,
lo que indica que el proceso de recolonización aun es incipiente
y su intensidad depende de la distancia a la que se encuentran
las zonas de matorral y dehesa que funcionan de áreas fuente.
A partir de estos resultados, con el asesoramiento del grupo de
investigación sobre aves y reptiles de la universidad de
Granada, se está realizando un proyecto de instalación
de refugios artificiales con tocones de eucaliptos para favorecer
el asentamiento de la población de reptiles. Estos se están
localizando preferentemente en aquellas zonas cercanas a las áreas
fuente, estando previsto el seguimiento de esto potenciales refugios
para conocer el grado de ocupación.
En lo que respecta a los mamíferos, siguiendo las investigaciones
que viene realizando el equipo del Dr. Delibes, en relación
con los efectos del Corredor del Guadiamar sobre las poblaciones
de mamíferos medianos y grandes que pueden hacer uso de
éste, cabe presumir la existencia de cuatro tipos de situaciones:
una sería la representada por especies generalistas que
no dependen de la presencia de áreas forestales consolidadas,
las cuales experimentarían un incremento de sus efectivos
como consecuencia de la reducción de la actividad humana
dentro del Corredor. Claros prototipo de este grupo serían
especies como el zorro (Vulpes vulpes). Un caso especial sería
el de las especies ligadas al medio acuático como la nutria
(Lutra lutra), que ha recolonizado rápidamente el río
después de las labores de limpieza. En este caso, se considera
bastante probable, al estar constatada la presencia de esta especie
en todo el curso del Guadiamar, que el corredor resulte plenamente
operativo para esta especie antes que para otras que dependan,
sobre todo, de la restauración de la vegetación
arbórea y arbustiva de las zonas adyacentes de la llanura
aluvial.
Un tercer grupo estaría formado por aquellas especies
que son capaces de sobrevivir en espacios mayoritariamente agrícolas
siempre que dispongan de áreas de refugio cercanas, como
pueden ser los sotos fluviales o áreas diseminadas de matorral.
Pueden considerarse como ejemplos de este grupo especies como
el tejón (Meles meles), la gineta (Genetta genetta), el
meloncillo (Herpestes ichneumon). Todas ellas están presentes
sobre todo en la mita sur del Corredor y es muy probable que sigan
aumentando su distribución por el mismo a medida que se
desarrolle la vegetación de ribera y de las márgenes
repobladas, además de añadir también la del
gato montés (Felis silvestres) cuya presencia se limita
actualmente a los sectores extremos del corredor.
Un cuarto grupo se corresponde con especies de gran tamaño
que necesitan mayores extensiones de hábitats forestales
y poseen una elevada movilidad. Se supone que estas especies,
además de asentarse, utilizarían el corredor verde
del Guadiamar como ruta de dispersión una vez que la vegetación
alcance un cierto nivel de desarrollo y resulte plenamente operativo.
Entre estas especies cabe incluir el jabalí (Sus scrofa),
el ciervo (Cervus elaphus) y probablemente con ciertas restricciones
el lince ibérico (Lynx pardinus).
De los estudios realizados hasta ahora, se deduce que existe
un mayor enriquecimiento de mamíferos del corredor desde
el área fuente sur (pinares de Aznalcázar y Dehesas
de Villamanrique) que desde Sierra Morena, probablemente relacionada
con la existencia de una mayor superficie de contacto lateral
entre estas áreas y la presencia de pequeños fragmentos
forestales, mientras que en el extremo norte existe una menor
permeabilidad debido a la barrera que representa el espacio minero
y la presencia de zonas bastante degradadas (escombreras, eucaliptales,
zonas roturadas, etc.). Consideramos que sería conveniente
profundizar en este último aspecto, ya que de confirmarse
como causa de la escasa permeabilidad del corredor con el área
fuente norte, sería conveniente ampliar la zona de contacto
entre ambas, aprovechando el proyecto de restauración del
espacio minero para que se incluya en el corredor parte del mismo.
Considerando que el grado de desarrollo de la vegetación
en el corredor todavía se encuentra en una fase muy incipiente,
convendrá continuar el seguimiento de las poblaciones de
mamíferos en etapas posteriores, conforme se vaya consolidando
la nueva vegetación forestal. Asimismo, se considera necesario
impulsar medidas destinadas tanto a la mejora como a la creación
de nuevas líneas de vegetación natural a partir
de áreas de dominio público y lindes entre fincas
para incrementar la conectividad lateral del corredor, especialmente
en el sector agrícola central de la cuenca.
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